Con la nueva normalidad, ésta vuelta al cole será una locura.
En mi caso, el primer día de vuelta a las clases en el Taller de Arte fue realmente extraño. Las nuevas normas hicieron que la sala de trabajo del taller se quedase vacía, con todos los materiales individuales y en sus casilleros, con los alumnos/as separados por 1, 5 m. manteniendo sus nuevas distancias, en su nuevo espacio. A esto le sumamos que muchas mamis y papis no se atrevían a retomar las clases y apenas abrimos dos grupos. Así que si sumamos todo, la vuelta al trabajo fue diferente, y para nada, mejor.
Y allí estaba yo, el 1 de junio de 2020, con la mascarilla, la pantalla, los guantes y todas las dudas del mundo.
Creo que me lavé las manos 5 veces en una hora, me eché gel unas 7 veces más, pero sobretodo sudé más que nunca. No tanto por el calor, sino por los nervios de ese primer día en el que no podía tocar, ni abrazar a mis alumnos/as, después de tantos días, meses sin verles. Esa distancia es la que asusta y a la vez curiosamente, la que nos mantiene a todos/as seguros.
A partir de ese día, cada clase fue mejor, más fácil, porque al final hasta esta situación se normaliza. Y ahora, septiembre de 2020, después de dos meses de verano de campamento de Arte, manteniendo las medidas de seguridad e higiene, trabajando con peques, yo sigo echándome gel 5 veces durante una clase, sigo sin tocar, ni abrazar a mis alumnos/as, pero he aprendido a disfrutar de nuevo de las clases a pesar de esas distancias, he aprendido a decir más con la mirada, y cada día aprendo nuevas maneras de enseñar desde mi nuevo espacio individual y a distancia.
No sabemos qué pasará, ni hasta donde o cuando podremos aguantar, pero lo que sabemos es que esta es una vuelta al cole distinta, más triste, más compleja, pero es una situación a la que todas deberemos adaptarnos, porque volver, hay que volver.